Sin embargo, mantenidos a la larga, estos mecanismos originan diversos problemas de salud. La razón por la que no han desaparecido de nuestra especie es porque su efecto negativo sobre nuestra salud ocurre tras muchos años de acción, generalmente tras nuestra reproducción. Por tanto, mecanismos que son necesarios para la supervivencia, la adaptación y la reproducción se conservan aunque sean perjudiciales a largo plazo.
Estos mecanismos no pueden suprimirse por completo, pero investigaciones recientes nos han enseñado cómo mitigarlos e incluso cómo engañar al sistema orgánico sobre ellos. Para lograrlo es necesario mandar al cuerpo la señal de que la reproducción ya no es necesaria por lo que ya no necesitamos un mayor desarrollo, sino reparación. De esa forma se consigue hacer que estos mecanismos trabajen al mínimo y erosionen nuestra salud lo menos posible.
Igualmente, los hábitos y factores que han posibilitado la vida occidental, posiblemente sean beneficiosos para nuestra especie: sin la ganadería intensiva o la agricultura basada en ingeniería genética y pesticidas, no habría sido posible generar el número de calorías necesarias para alimentar a 7500 millones de personas cada año. Sin embargo, en lo que respecta a un individuo concreto, puede tener consecuencias adversas. De nuevo, no es posible o completamente práctico aislarse por completo de la civilización occidental, pero sí es posible corregir la mayoría de las causas externas que afectan negativamente a nuestra salud, causando un estado fisiológico llamado “inflammaging” (que puede traducirse como inflamación de bajo grado). Esta inflamación de bajo grado, constante y muy dañina, está asociada a nuestro estilo de vida y a la duración temporal de la exposición a tales factores. También está relacionada con un deterioro de nuestro microbioma intestinal, generalmente conocido como flora intestinal y que está detrás de muchas de las patologías degenerativas y autoinmunes de nuestra sociedad.